Siempre me ha gustado la rutina y, al haber crecido en España, la comida ha sido una parte muy importante de mi rutina diaria. Desde que tengo memoria, siempre he desayunado lo mismo: lo que en el Reino Unido llamamos pan francés con aceite de oliva y sal, básicamente un trozo de pan de barra con aceite y sal. A pesar de haber desayunado lo mismo durante años, a mi me parecía que estaba exquisito y realmente nunca me aburrí de comerlo. Cuando me fui a vivir al Reino Unido hace 25 años, me aseguré de encontrar algún sitio que vendiera barras de pan todos los días. También decidí probar diferentes aceites de oliva vírgenes hasta encontrar uno que tenía un sabor similar al que mi madre solía comprar. Así que durante casi 40 años, había estado tomando el mismo desayuno todos los días, hasta hace poco….
Como sufridora de ovarios poliquísticos sabía lo importante que era mantener mi peso bajo control, y aunque nunca había estado a dieta como tal, siempre estaba al tanto de cuántas calorías tenían las cosas, cuántos trozos de pollo podía poner en mis fajitas, cuántas galletas podría comer con mi té etc. Después de mucho esfuerzo y, un poco de ayuda de la clínica de fertilidad, nacieron mis dos hijas, así que pensé que tal vez este era el momento de relajarse un poco y empezar a comer como una «persona normal». Dejé de contar, dejé de prestar atención y poco a poco el peso comenzó a subir. Mi baguette de la mañana se hizo cada vez más grande y me dí cuenta de que me ponía muy nerviosa e incluso a veces me enfadaba si no había pan francés en casa por las mañanas.
Con las niñas haciéndose mayores y ya en la escuela, descubrí que tenía más tiempo para mí y comencé a hacer ejercicio de nuevo. Había hecho algunas amigas con los mismos intereses y me metí en el mundo del jogging, la natación en aguas abiertas y, finalmente, el emocionante mundo del Triatlón . Aunque estaba haciendo ejercicio al menos 6-7 horas a la semana, no parecía que me ayudara a perder peso. Siendo médico siempre pensé que el ejercicio era bueno para perder los kilos de mas, eso es lo que nos enseñaron y lo que había estado diciendoles a mis pacientes durante todos mis años de práctica clínica. Pero en realidad, el ejercicio hacía que tuviera mucha hambre y todos los libros que había leído sobre deportes de resistencia y entrenamiento hablaban sobre cómo deberías asegurarte de comer suficientes carbohidratos para poder resistir las sesiones de entrenamiento y la carrera, así que sin darme cuenta me estaba cebando a carbohidratos.
Mis dos mejores amigas, ambas mucho mejores atletas que yo, también habían hecho algún comentario sobre mis hábitos de desayuno y esta vez realmente comencé a preguntarme si la dieta «saludable» de frutas, verduras y cereales era en realidad tan saludable como yo pensaba, si lo que hacia era dejar que se me acumularan los kilos a pesar de todo el ejercicio que estaba haciendo.
Cuando a veces, en broma, hacía un comentario sobre lo redonda que tenia mi barriga a mis amigas, ambas respondían lo mismo: «¡Es la baguette!». Siempre me reía y les decía que mi dieta era perfectamente saludable y que probablemente estaba quemando tres veces las calorías en mi desayuno todos los días con todo lo que estaba corriendo y nadando. En realidad, me estaba engañando a mí misma, simplemente no quería dejar de comer mi barra de pan.
Un día en el verano, durante la temporada de Triatlón, me fui a dormir a la casa de una de ellas antes de una carrera porque estábamos compartiendo coche. Antes de ir, le pregunté si tenía pan para desayunar y me dijo que no. Aparecí en su casa la noche antes de la carrera con una barra de pan y una botella de aceite de oliva. Ella simplemente se rió y dijo: «¡Es como si el pan fuera tu mejor amigo!». Y realmente lo era.
El único pan que comía en todo el día era mi baguette de desayuno con aceite de oliva pero se fue convirtiendo en una obsesión tal que en algunos momentos, no muchos debo confesar, pensé que era similar a una adicción. Estaba enojada y frustrada si no había pan en casa por la mañana, pensaba en el desayuno por la noche y a veces comprobaba cuánto pan quedaba antes de irme a la cama.
Hasta el día que vi mi foto. Estábamos haciendo un swimathlon de aguas abiertas y las tres fuimos temprano al lago. Tuvimos que nadar 5k entre nosotras. Para ser honesta, era una distancia muy pequeña entre todas, nadábamos por turno y tuvimos mucho tiempo de hacer fotos. Al final del día, nos fuimos a casa con una medalla cada una y unas 20 fotos. Un par de días después empezamos a compartir las imágenes en nuestro grupo de WhatsApp y fue entonces cuando lo vi. Había una mujer enorme vestida con un traje de neopreno al lado de una persona con aspecto muy atlético, ¡y la mujer enorme era yo!
Fue un verdadero shock. Primero me sorprendió que nunca me hubiera dado cuenta de lo grande que me había puesto, afortunadamente, mi indice de masa corporal todavía estaba por debajo de los 25, ¡pero la forma en que me veía no era como una persona con un peso saludable! En segundo lugar, me sorprendió que ninguno de mis amigos o parientes me hubiera dicho nada sobre mi peso, ¡nunca! Ni siquiera mi marido. Cuando les pregunto ahora, todos dicen: «No te veíamos con sobrepeso». «No nos dimos cuenta de que estabas aumentando de peso». «Es difícil cuando ves a alguien todos los días».
Después del shock, reflexioné sobre las cosas durante un par de días. Sabía que necesitaba perder peso, pero también sabía que la baguette era un problema. Estaba controlando mi vida como nada antes lo había hecho. Estaba obsesionada con ella, la quería, me hacía feliz y no quería renunciar a ella, pero tenía que hacerlo. Me negué a dejar que algo tuviera tanto poder sobre mí. También tenía miedo de que si esto había sucedido sin que me hubiera dado cuenta. ¿Qué otra cosa podía suceder? Necesitaría pan para el almuerzo, para la cena, etc….. Así que a la mañana siguiente, hice mi tostada de pan por última vez. Lo disfruté con tristeza pero también con firme determinación de no dejar que me ganara la batalla. Iba a comenzar una dieta baja en carbohidratos.
Desde entonces, mi desayuno es una de mis comidas más variadas del día. Desayuno yogurt griego con frutas del bosque, tocino y salchichas, huevos, tortilla, verdura, humus, queso, jamón y pan bajo en carbohidratos si hay, pero si no hay, no me importa. No estoy obsesionada con el pan, no me gobierna ni me arruina la vida. Como ventaja adicional, he perdido 12 kilos y como consecuencia corro más rápido, nado mejor y me siento mucho mejor en general que antes.
Varios triatlones, medias maratones, una maratón y varias otras carreras después, cambiar la forma en que solía comer ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. No es solamente que mi rendimiento deportivo haya mejorado, sino que también ha mejorado mi bienestar en general. Trabajo muchas horas y la naturaleza de mi trabajo hace que siempre tenga una cierta cantidad de estrés, «sentirme cansada todo el tiempo» era algo que pensé que era una consecuencia normal de trabajar y entrenar duramente. En realidad era una consecuencia de la forma en que estaba comiendo. Ahora estoy trabajando más horas que antes y entrenando tanto como siempre, pero estoy llena de energía. Pero el mejor regalo de todos, lo que más atesoro y lo que nunca cambiaría por nada es la falta de obsesiones. El pan francés ya no me está robando los pensamientos. Soy libre.